iTunes sell musicQuantcast

martes, 14 de abril de 2009

Semana Santa (Cuento corto)



No existe crisis que pueda mermar esa ansiedad de escapar del hastío por una semana, de tirar la casa por la ventana, de embriagarse de olvido. Por lo menos así piensa la mayoría de las personas y aunque ese no es mi caso siempre veo aquí una oportunidad inigualable.

Después de varios días de cuaresma, de ir y venir de una procesión a otra por fin había llegado la semana santa. Una de las semanas más lucrativas del año. Así que como todos los años desde hace 5, me preparé para salir a trabajar mientras otros se preparan a vacacionar.

No es que mi trabajo sea muy demandante en realidad mucha gente ni siquiera piensa que lo mío es trabajar. Están equivocados. Esto exige siempre mucha precaución y sobre todo estar siempre alerta. La vida de una persona puede depender de esto, la mía por ejemplo. No me gustan los trabajos sucios, pues estos solo demuestran mediocridad. Mi abuela siempre me decía que las cosas hay que hacerlas bien o mejor no hacerlas. Lo mío es un arte.

Lo más importante en mi negocio es saber no levantar sospechas. Hacerse invisible entre una multitud de gente parece carecer de dificultad. Ponerse una gorra, una playera con logotipo de marca de cerveza, lentes oscuros y una pantaloneta ridícula es lo más fácil. Fingir una sonrisa idiota, etílica, acompañada de pasos zigzagueantes y de un balbuceo ininteligible es otra cosa. Pretender que soy un estudiante de apellido rimbombante, que acaba de regresar de Europa puede algunas veces resultar mejor.

Escoger un “cliente” también es importante. Es esencial saber calcular los valores que se pueden sustraer. A mi gusto, mujeres adineradas y divorciadas son el blanco perfecto. De vez en cuando alguna mujer casada y despechada suele caer en el engaño con la ventaja de que ya hecho el daño será incapaz de contarle a su marido como fue que su tarjeta de crédito quedo sin fondos. Además como bono puede ser que de cuando en cuando llegue a tener sexo fabuloso también.

Tuve que cambiar de ubicación unas tres veces. De jueves a sabado anterior la pase en la Antigua viendo procesiones con Linda. Una chica extranjera que venía a realizar su tesis aquí por alguna razón. “I love it”, “Es fantásticou” maravillada ante la imbecilidad de cientos de marchantes pagando para cargar un enorme y pesado trozo de madera, vestidos de ridículos trajes hechos a la medida. Linda, blanco fácil, comida, hotel gratis y hasta tuvo la amabilidad de dejarme acompañarla al cajero automático para dejarme ver su número de pin.

Los 900 dólares que me “regalo” muy amablemente sirvieron en parte para pagarme un taxi privado hasta Panajachel. Decidí darme una noche de vacaciones así que salí a darme una vuelta a la calle para darle un vistazo al terreno. Multitudes de idiotas tomando licor hasta caer en coma. Un monton de salvajes deseosos de emociones fuertes, de sexo fácil, de pláticas superfluas. Un jardín de las delicias.

En una de las discotecas conocí a un trío de chicas “bien”. No me costó mucho ganarme su confianza, además me permití invitarlas a algunos tragos y uno que otro pase. Después de un rato logre conexión con una de ellas, Marta. No fue trabajo fácil pues tuve que soportar toda la noche sus problemas existenciales, su padre ya le había puesto un ultimátum para que ella se pusiera a trabajar y en un mes ya no recibiría mas el cheque al cual se había acostumbrado. ¿Cómo podría costearse ahora su vestuario, su cultora de belleza, el gimnasio y sobre todo la mucama? Además lo que más le daba pena era contarles a sus amigas pues la razón de esto era que su padre estaba al punto de la quiebra. Sentí lastima por ella, pero no lo suficiente. El sexo no era tan bueno, entre mojigatería y alguna educación con películas pornográficas gringas, había algo de mediocre. Tal vez era ese perfume dulce hasta el empacho, o tal vez su cuchicheo infantil. Lo único increíble era ese enorme culo de zompopo presto para ser abusado y vaya que de rodillas me parecía mucho más sexy.

Se quedo dormida, registre su bolsa y no había mucho, definitivamente era una situación patética. Había invertido mucho dinero esa noche y no pensaba perderlo. Por suerte había un recibo telefónico y pude constatar su dirección, tome sus llaves y me largue.

Llegue a la capital a eso del medio día, suficiente tiempo para revisar su casa y sacar lo que encontrase de valor. Un reloj suizo, alguna joyería de oro y lo mejor de todo, dinero en efectivo guardado en una cajetilla de cigarros. ¡Qué ingenuidad por dios!

Ya estaba un poco cansado y apenas empezaban realmente las vacaciones. Pensé en ir al puerto de San José. Pero ir allí, hasta a mi me da miedo, pues ya una vez me ha tocado regresar en traje de baño, sin zapatos, si camisa y sin absolutamente un centavo. Son unos salvajes, son capaces de soltarte una bala por un pinche celular. No, tendría que escoger otro lugar.

Recordé que Marta había mencionado que algunos amigos suyos irían a Monterrico. Nunca había estado allí y me pareció muy buena idea.

Salí a vender las cosas a un conocido mío y luego pase a recoger mi carro, que hasta ahora había pasado toda la semana en el garaje. No me gusta manejar, pero no quería desperdiciar más dinero en lujosos taxis. Había un calor de los mil demonios. Una cola infernal para lograr salir de la capital en miércoles santo, ahora si, se había desatado el purgatorio y todas las almas salían con destino a algún lugar del cielo o del infierno. Música estruendosa a cada caseta puesta por alguna marca de cerveza, mujeres en trajes pegados regalándote sonrisas pagadas por otros y alguno que otro refresco. Bañándote en anuncios, tapizando el paisaje de posters con chicas semidesnudas e inalcanzables. Oh el verano paradisiaco sacado de la fantasía de algún publicista maricón.

Creo que me estoy volviendo viejo y antipático. Solía gozarme esta época un poco mas, solía dejarme llevar como oveja al matadero sin chistar. Participar de estúpidas fiestas como la navidad. Lo creí todo, me deje arrastrar por la mercantilista enfermedad cristiana, la hipocresía de Santa Claus y la sifilítica esperanza de Jesucristo. Y encontré la verdad. Seguiría toda la vida atorado en este mundo de impotentes, haciendo cola al ritmo de reggaetón, a vuelta de rueda esperando a que el imbécil del auto de enfrente se esfume desintegrado junto a los miles de automóviles que se encontraban frente a mí. Haciendo cola para llegar al Edén.

5 comentarios:

  1. pienso que sería una muy buena película...

    ResponderEliminar
  2. ¡Wow oh Wow! Me recuerda un periodo de mi existencia :O

    Excelente!

    ResponderEliminar
  3. tzibirdie, tenes un buen vocabulario pero sos viejo. te deseo mucha ispiración, nuevas canciones, y exito con tu musica.
    por tu otro lado "invizible", me parece mejor que desaparezca!

    ResponderEliminar
  4. Interesante, cuándo publicás la segunda parte?... me muero por conocer el final...

    ResponderEliminar
  5. Me encantó la narración; fluye rico, entendés y conocés a los personajes breve pero completamente. Al contrario de Gustavo, no siento que le haga falta una continuación...¿la estabas planeando?

    ResponderEliminar