Dira Martínez Mendoza, poeta venezolana.
El aumento del desencanto, de la falta de confianza entre la
gente y las personas que las gobiernan; de sus consecuencias nefastas
reflejadas en la flor de la envidia y la avaricia, nos dan un panorama
desolador por veces. Mientras, el
común de los mortales no tiene tiempo para buscar el significado de su vida, el
sentido de su vida, atareado en la
ardua tarea de sobrevivir a un mundo voraz. A su ves están los hombres que
durante la historia han guiado a sus pueblos por caminos de paz o de guerra
o abundancia y hambre, que no es
igual pero es lo mismo. Algunos se endiosan a si mismo tras el poder que les
confiere la obsesión por controlarlo absolutamente todo. Entre ellos se
disputan la corona de un reino que cae en ruinas por falta de amor e indiferencia.
La tierra tiembla, y mientras lo hace, en la gente se sacude
el despertar de un espíritu que lo cuestiona todo, incluyendo las mismas bases
de la sociedad transgrediendo todo tabú.
Reconsidera su derecho a existir, reconsidera que tiene derecho a soñar,
pero lo único que ha aprendido a soñar son tragedias. Con los ejemplos de nuestros lideres se ha llegado a darle glamour al crimen, a la falta de ética y
a lo mas superficial y hedonista de nosotros mismos. Todos somos seres
egoístas que en lo profundo solo
buscamos nuestro derecho a existir, radicado en el mas básico de nuestros
instintos, que natural y genuino busca su derecho a expresión. Esto efectivamente subraya que en
definitiva somos animales políticos y que es natural que resulte en algunos el
sentimiento de que existe el derecho natural a trazar su vida por si mismos.
De esta danza de poderes y polaridades, no todo es oscuro.
Algunos despiertan de la pesadilla para darse cuenta de que somos seres
interdependientes y de que habitamos un universo en donde todo lo es. Estos corazones han dejado a un lado su
cinismo y acidez para comunicar y sensibilizar con propuestas y acciones, que
es posible vivir en un planeta compartido en donde coexistan los universos de
cada individuo, en una realidad en la que la sociedad y el individuo conforman
un todo simbiótico con la naturaleza. Estos individuos son como partículas de
agua que cuando se reúnen y fluyen, son capaces de tallar hasta la mas dura de
las piedras.
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