El vacío en el pecho surgió tras la revelación de lo temporal.
Los ojos se abrieron al verte buscar desesperadamente el
aliento que precede a la
concepción de la vida.
Desapercibiste que en este viaje no es el destino el que
importa, si no el placer que surge de respirar el paisaje y volverse uno con
el; disfrutar de la jungla, los pastos llanos, los volcanes a la
orilla del crisol de las almas en todas sus estaciones, en las alas de todos
su pájaros y las canciones de todas sus tormentas.
Fundirse en amaneceres, mañanas juguetonas, tardes
tranquilas. El suspiro del ocaso que se convierte en lienzo de lunas, estrellas
fugaces y cometas, hasta ser absorbido completamente por el infinito y en una
epifanía llegar al orgasmo.
Despacio y sin prisas como lo dicta el compás del universo.
Ojalá que la próxima vez seas como gota de lluvia en verano, pintando arcoíris.
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