Días de feria en época de lluvias. Hay un
rincón para la ilusión de la
inocencia. A su circunferencia sigue caminando el mundo voraz e inescrupuloso,
quizás un monstruo, pero esta vez va herido de sonrisas, de primeros besos y
los atardeceres de octubre. Se abren los poros al calor de la mañana que va
convirtiéndose en día y que con el transcurrir de las horas amenaza con lluvia.
Pero no llueve, o llueve muy poco.
Ruedas de la fortuna, el carrusel, las sillas voladoras y
las golosinas. Los bares y comedores que se improvisan sobre la vía
publica en donde la gente sale, sonríe y
toma algunas cervezas. Algunos se pasan de copas y terminan en pleitos, o
suspirando por un amor del ayer. Otros gritan bailan y se enamoran. La música y
los sonidos de las maquinas tragamonedas, entremezclados con lociones
baratas y frituras de harina.
-“¡El borracho!” ¡Compre su cartón! ¡La chalupa! ¡pruebe su suerte! ¡El corazón!
-¡Lotería! grita el hombre que gana una
moderna vajilla y que mas tarde se
emborrachará hasta embrutecerse, embarcándose en el hechizo oscuro de algún perfume de mujer , para terminar
crucificado en el asfalto , clavado por los rayos de sol de medio día mientras
un niño brinca en un solo pie
sobre uno de sus brazos.
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